jueves, 1 de noviembre de 2018

Nunca es tarde para estudiar


Conocí al IPC hace aproximadamente 8 años cuando Julián Londoño, uno de mis mejores amigos quien es músico, me invitó a ver un concierto de una orquesta de salsa de uno de sus amigos, llamada “N & Y Orquesta”, en la sede San Fernando del IPC que era la que albergaba la Escuela de Música. El lugar del concierto era un patio interior estrecho en donde era difícil acomodarse para ver tranquilamente el concierto; la orquesta era buena y, aparentemente, la mayoría de los músicos habían estudiado allí mismo, lo cual daba cuenta de la buena formación de la institución. Sin embargo, yo había escuchado nombrar al IPC mucho tiempo atrás y, sinceramente, la palabra “Popular” que tiene su nombre, me había hecho siempre percibir con desdén al Instituto pues, sin investigar nada al respecto, me transmitía la percepción de que era una escuela de música de garaje como las cientos que hay por toda la ciudad, en donde la educación sería mediocre.

Pero al pasar de los años volví a relacionarme con estudiantes del IPC; esta vez con Kathryn, la bajista de mi banda "Kolectivo K", quien estaba estudiando allí en el momento en que ingresó a la banda. Aunque el instrumento que ella había escogido era la voz, ella también se ofreció como bajista, lo cual hizo que me decidiera por meterla a la banda. La cuestión es que después de 2 años de tenerla en la agrupación, y habiéndose graduado ya del IPC, me parecía que su nivel musical no era bueno, y eso me hizo nuevamente tener una percepción negativa del Instituto.

En diciembre de 2016 Andrea, la cantante de mi banda, nos contó que se había inscrito al IPC porque uno de sus hermanos estaba estudiando guitarra y decía que el nivel había subido mucho. Ese día yo estaba con mi novia, quien también se llama Andrea, escuchando complacidamente que ella hubiera decidido estudiar para poder adquirir conocimientos del folclor colombiano, para aportarlos en la música de "Kolectivo K", que tiene como elemento fundamental la música folclórica del país. En enero de 2017, mi novia me alentó a inscribirme también en el IPC, ya que la única educación musical que yo había tenido habían sido 2 semestres de Prebásico en Univalle unos 10 años atrás, que ya había olvidado por completo. Gracias a ella me decidí y no le conté a mi familia hasta que ya empecé a estudiar.

La prueba de admisión fue mucho más difícil de lo que esperaba, con un primer filtro auditivo dónde teníamos que escuchar unos audios y decir si las melodías eran iguales, si subían, si bajaban, si los ritmos se repetían...  Ese día me encontré con varios músicos que conozco en el medio, y fue sólo allí donde pensé que si esas personas querían estudiar allí es porque realmente el nivel había mejorado. Algunas de esas personas no pasaron la primera prueba, y ese fue el momento en el que me convencí de que era el lugar adecuado para estudiar a mis 40 años de edad.

La segunda prueba fue aún más difícil y para mi sorpresa me la hizo Nabil, el director musical de la orquesta "N & Y" que vi por primera vez en el IPC. Casualmente, él había sido mi alumno en una clase de Negocio de la Música que yo doy en una academia de producción musical, y me saludó amablemente. Me hizo la prueba que consistía en cantar el himno nacional en cualquier tonalidad, repetir una melodía y, por último, repetir un ritmo con las palmas. Yo salí muy asustado de esa prueba y pensé que no iba a pasar; cuando publicaron la lista quedé entre los últimos puestos de puntaje; fue una sorpresa porque por poco quedo por fuera de los 60 admitidos entre los 230 inscritos inicialmente. Nunca me imaginaría que al final del primer semestre mi promedio sería el más alto de la escuela y, que por esa razón, resultaría ganándome la única beca que otorgan para estudiantes de música, y mucho menos imaginaría que sucedería lo mismo en segundo semestre.

Admiración musical


Dicen que en toda familia hay una oveja negra y es extraño llegar a pensar que uno mismo podría ser la persona que ocupa ese lugar; pero es lo primero que se me vino a la mente cuando me enfrenté a la tarea de escribir el retrato de una persona que admire, quien haya influido para que yo tomara la decisión de dedicarme a la música. ¿Por qué lo pensé? Pues porque haciendo un recorrido por mi pequeña familia paterna de 1 tía, 2 primos y sus hijos; y mi extensa familia materna que suma aproximadamente 256 personas, no existe ningún músico; es decir, nunca tuve un familiar cercano que se dedicara a la música o que por lo menos tocara algún instrumento, a quien yo pudiera poner de ejemplo a seguir, o que me antojara de querer imitarlo, o por lo menos, de ser ese tío cheverón que me dijera “mira que ser músico es muy bacano”. Tampoco he sido superfan de algún músico al que yo tenga como ídolo al cual seguirle los pasos en este arte. Por esa razón, no tengo a alguien que específicamente haya influido en mí para tomar la decisión de ser músico. Sin embargo, las dos personas que más admiro son mi mamá y Lucía, mi hermana mayor; quienes son las dos personas que más han influido en mi vida; así que para este ejercicio he decidido hablar de la segunda.

Lucía es una mujer blanca de 1.70 m de estatura, ojos negros, cabello negro ondulado, delgada y siempre se destacó por ser bonita; heredó de mi mamá un carácter fuerte y la vocación de servir y ayudar a su familia en todo momento, aunque sus métodos y formas de manifestarlo difieren entre ellas. Ella por ser la mayor de 3 hermanos, asumió esa responsabilidad tácita de cuidarnos desde pequeños, a mi hermana Silvia y a mí, que soy el menor.

Cuando mis padres se divorciaron y mi mamá salió de aquel pequeño pueblo vallecaucano para buscar un mejor futuro en Cali, lo primero que hizo fue buscar la mejor universidad para Lucía; le dijeron que era la Javeriana y, a pesar de ser la más costosa, hizo lo imposible para que estudiara allí a pesar de la difícil situación económica en la que habíamos llegado a esta capital. No obstante, Lucía asumió la responsabilidad de su carrera y lo primero que hizo fue conseguir una amiga que la pudiera llevar a la universidad, dado que no había dinero para el transporte. Eso da cuenta de su personalidad, que siempre encuentra la manera de salirse con la suya, de manera legal y sin abusar de los demás. Esto es algo que ella repite casi como un mantra “yo soy capaz de lograr todo, hasta lo imposible”; y, efectivamente, lo ha hecho, desde que estaba en quinto semestre empezó a trabajar en empresas grandes y multinacionales como ingeniera industrial, siendo aún una estudiante. Eso gracias a su empuje, tenacidad y buenas relaciones interpersonales. Pronto escaló en su carrera profesional y asumió el liderazgo económico de la familia, cuando le dijo un día a mi mamá “usted se sacrificó bastante por nosotros tres, ahora es momento de que descanse”. A partir de ese momento ella se convirtió en la cabeza del hogar, siendo determinantes sus opiniones a la hora de nosotros tomar decisiones.

Por eso, cuando me gradué del colegio, ella influyó en que yo tomara la decisión de estudiar ingeniería industrial como ella, porque, pese a mí aptitudes musicales y mi deseo de estudiar música, las tres mujeres de mi familia nuclear habían llegado a la conclusión de que debía estudiar una carrera para no morirme de hambre. Para ella siempre ha sido importante el dinero, por eso luchó muy duro para conseguirlo y quería que yo heredará esa mentalidad.

Su pensamiento espiritual me parece algo incomprensible, pues ella declara que no es religiosa; pero siempre le pide a mi mamá, quién es muy católica, que la incluya en sus oraciones para conseguir los favores de Dios que necesita en ese momento. Asimismo, ha intentado llevar a misa a su hija Eleni, tratando de que inculcarle alguna religión, pero mi sobrina se ha declarado abiertamente atea; lo cual hace que Lucía se moleste y se queje. En la vida de mi hermana han existido algunos episodios en los que ha acudido también a otras creencias espirituales para resolver sus problemas, como las brujas o el reiki, lo cual es bastante contradictorio. 

Finalmente, puedo decir que mi hermana influyó en que yo tomara la decisión de abandonar mi trabajo como ingeniero industrial para dedicarme de lleno al arte, cuando ella en una conversación importante conmigo me dijo que me veía aburrido y triste en mi profesión y debería dedicarme a la que ha sido mi pasión desde niño. De eso ya han pasado 10 años en que vivo de lleno haciendo música y teatro; pero, curiosamente, fueron mi novia y la cantante de mi banda, quienes influyeron en mí para estudiar música en el IPC.