martes, 2 de septiembre de 2014

¿Por qué escribo esto?

La mente es engañosa, la ciencia ha demostrado que nuestro cerebro es capaz de crear nuevos recuerdos tan vívidos que la persona que los crea puede asegurar fervientemente que experimentó algo que en realidad no sucedió. Ese es el riesgo que estoy corriendo al tratar de recordar mi vida, puede que aparezca algún hecho distorsionado o con algunos elementos que en realidad no fueron así, pero como dijo García Márquez "la vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda". Como los paisajes que huyen de las sombras persiguiendo sus atardeceres, así se desvanecen mis recuerdos y mis metáforas, por eso esta biografía será explicita y documental, acudiendo más a la urgencia verbal de una fotografía sin Photoshop, que a la minucia y detalle de un retrato impresionista lleno de delicadas pinceladas de colores.

Después de la muerte de mi papá el año pasado parecía que la muerte se había ido a descansar en algún remanso vacacional distante. Pero ahora, un año después, vuelve a despertarse y a merodear intentando entrar a mi casa, esta vez sí, tocando la puerta, asomándose por la ventana, rechinando con sus estertores metálicos los umbrales de las habitaciones de quienes más amo, mis hermanas.

El 10 de junio de 2014, Lucía, mi hermana mayor, sufrió un derrame cerebral debido a un cavernoma, un problema congénito que afortunadamente no tuvimos que lamentar pues sus funciones motrices, del habla y del pensamiento no quedaron comprometidos. Sin embargo, ha tenido que sufrir de un mareo permanente que le dificulta en ocasiones poder caminar sin sentirse como una ebria, lo cual ha hecho que su energía vital cotidiana que usualmente va a las revoluciones de la Fórmula Uno, en esta ocasión haya tenido que parquearse en los pits.

Silvia, es mi segunda hermana, el jamón del sándwich de los hijos de mi mamá, la del medio. Y nacida bajo esa estrella con esa condición medial, ha tenido que vivir con un par de yunques de infortunio aplastándola por encima y por debajo. Es ella quien ha logrado que yo llegue a creer en medio de mi escepticismo lo que los budistas e hinduistas llaman Karma, pues si llega a ser cierto que uno reencarna en esta tierra para aprender algo que en una vida pasada hizo mal, entonces ella perdió con honores todas las lecciones del curso anterior y ha tenido que repetir muchas materias, las más desventuradas.

No podré hablar de todo lo que le ha pasado a ella y que ha dejado huella en mi vida en un solo capítulo, eso irá apareciendo en la medida de mis relatos, pero en lo que respecta a responder la pregunta del motivo por el cual me motivé a escribir esta autobiografía justo en este momento de mi existencia, solo puedo narrar lo que sucedió en agosto de 2014.

Silvia es una sobreviviente de un cáncer de lengua que sufrió en 1998, después de que en aquella ocasión le hubieran sentenciado 3 meses de vida, logró gracias a un tratamiento agresivo con quimioterapia y radioterapia extender su vida 16 años más hasta ahora y ojalá sean muchos años más por el bien de sus 3 hijos. Pero sobrevivir le cobró un peaje alto en su salud, perdió sus glándulas salivares y por ello no produce ni una gota de saliva que es importante para masticar los alimentos, deglutir, tragar y prevenir la caries y otras bacterias orales. Otra consecuencia es que la radioterapia quemó y atrofió los músculos del maxilar inferior y su cuello, haciendo que a la medida del paso de los años la masa muscular de esa parte de su cuerpo se haya ido perdiendo, dándole una apariencia a su cara de estar muy delgada, casi "chupada", mientras el resto de su cuerpo gozaba de un volumen normal. La consecuencia más incómoda de esta atrofia, entre otras, ha sido el aumento progresivo de la dificultad para tragar, por el cual en el 2011 tuvo que dejar de comer alimentos sólidos y dedicarse sólo a ingerir líquidos.

Con los años apareció entonces una tos crónica debido a que cuando tragaba, parte de esos alimentos líquidos se desviaban hacia sus pulmones, lo que le ha valido perder mucho peso y estar en el nivel 1 de desnutrición. Entonces en agosto, en medio de un procedimiento médico quirúrgico ambulatorio que buscaba dilatar su garganta para permitirle disminuir ese problema de la ingestión de comida, el médico se encontró con un nuevo tumor, esta vez en la zona donde se unen la faringe y el esófago, detrás de sus cuerdas vocales.

Como fiel creyente y practicante asidua de la religión católica, su primera reacción fue la de dejar todo en manos de Dios, abandonar el hospital y resguardarse en el calor de su hogar esperando lo que llegue primero, un milagro sobrenatural que borre de tajo y para siempre cualquier rastro del cáncer, o recibir con abnegación el llamado al otro reino. Posteriormente, decidió buscar alguna terapia alternativa, como la dieta Ketogénica o incluso la cirugía, cualquier cosa menos volver a pasar por la tortura de la quimio y radio terapias.

Así las cosas, viendo que nuestra vida pende de un hilo invisible y delicado que a medida que la vivimos se va cargando de peso hasta que, en el momento menos pensado, se tensa hasta romperse, no puedo evitar esa sensación de que en cualquier instante me podría pasar a mí y sentir la necesidad de contar mi historia, que puede ser irrelevante para el mundo, pero quiero dejar en alguna parte un registro por si en alguna época lejana o cercana alguien se interesa por conocerla.

lunes, 25 de agosto de 2014

LA MUERTE ES EL INICIO

La muerte definitivamente es un tabú en nuestra sociedad, nunca hablamos de ella en nuestra familia cuando estamos vivos, sanos y felices. Es un tema más vetado que el sexo, aunque lo vemos a diario en los noticieros, en las películas y en la TV; nunca queremos lidiar con él, nunca lo invitamos a nuestra sala como tema de conversación a menos que alguien que conocemos haya muerto o que repliquemos alguna experiencia que alguien ajeno nos contó.

Pero jamás hablamos de nuestra propia muerte cuando no vemos una amenaza a nuestra vida, ni planeamos qué será de nuestra familia y los que quedan si abandonamos este mundo antes de lo esperado. Pero la cita con la guadaña es irrevocable mientras no se materialicen los sueños de la ciencia ficción en donde la nanotecnología, la impresión de órganos 3D o la revolución genética nos convierta en seres perennes.  Sin embargo, como aún no es posible la conexión de nuestros cerebros a grandes discos duros para guardar nuestras memorias, emociones y vivencias, he decidido empezar a plasmar en este blog un registro de mi vida por si acaso la muerte llega sin invitación y antes de que mi memoria me empiece a desamparar.

Pero no puedo decir que no haya habido un deceso en mi familia, porque tengo una bastante numerosa por el lado materno, compuesta por 1 abuela, 12 tíos, 57 primos, 79 bisprimos y 5 tataraprimos; y por el lado paterno, 1 tía, 2 medio-hermanos, 3 primos y 4 bisprimos. 

Es apenas lógico que con tanta gente las probabilidades de que haya alguien que fallezca es mayor, pero afortunadamente solo unos cuantos han dado ese paso. Mi abuelo materno murió de una trombosis el mismo año en el que yo nací y el único vestigio que queda de nuestra relación es una foto en la que yo estoy en sus brazos casi recién nacido. Mi abuela paterna murió de una isquemia y se llevó a su tumba la identidad secreta de mi abuelo quien había muerto algunos años atrás. Dos primos maternos murieron juntos y jóvenes en circunstancias violentas dejando gran dolor en sus padres, mi tío Jairo y mi tía Marlene, pero especialmente en esta última, cuya pena sigue latente en su corazón a pesar de todos los años que han pasado desde que eso sucedió.

La muerte al parecer ha estado navegando por un río distante que solo se ha cruzado en el cauce de nuestra familia en esas pocas ocasiones permitiendo que por ejemplo mi abuela haya celebrado su cumpleaños número 102 en el 2014. Generalmente nuestro pensamiento es que los mayores serán quienes mueran primero, pero la Pelona es tan impredecible y tan caprichosa que puede llevarse a los mas jóvenes y saludables; y abandonar a aquellos que la esperan con ansias.

La parca empezó a dar pasos hacia la puerta de mi casa cuando se llevó a mi papá el 6 de agosto de 2013, un extraño día en donde celebraba al mismo tiempo la vida de mi novia que cumplía años coincidencialmente en esa fecha. Fue una muerte sin mucho aviso, tan sólo 1 semana después de ingresar a la clínica porque sus ojos y su piel se había puesto amarillenta y algunas molestias de estreñimiento, le diagnosticaron un cáncer en el páncreas. 

Teniendo en cuenta que un tumor en ese órgano es usualmente el más agresivo había que tomar una decisión muy rápida con respecto al tratamiento; la primera opción era una cirugía altamente riesgosa con una probabilidad muy alta de morir, la segunda era un tratamiento largo en el que se le podría alargar su vida a medida que poco a poco se iría agotando su salud hasta que finalmente exhalara su último aliento.  Mi papá decidió entonces irse por la primera opción, prefería morirse de una vez o sobrevivir con una calidad de vida aceptable que irse acabando paulatinamente, diciendo que siempre había tenido una buena vida y no quería terminarla sufriendo.

El tumor resultó ser mas complicado de lo esperado y la cirugía programada para 5 horas se extendío hasta 12. Durante la recuperación en los días posteriores mi papá recobró algo de conciencia y pudimos cruzar unas pocas palabras, a pesar de su estado bromeó algo con respecto a la belleza de la enfermera, cosa que era común en él. Sin embargo, a los dos días tuvo una recaida grave, una infección y fue perdiendo una a una sus funciones físicas; si se hubiera recuperado se habría condenado a la diálisis por el resto de su vida. Pero contrario a salir avante, se fue extinguiendo poco a poco hasta que finalmente el último de sus signos vitales se apagó en los monitores.  Se fue con el esbozo de una sonrisa en su rostro.

A pesar de que era mi papá, sentí que la muerte aún no se asomaba a la ventana de mi hogar, solo daba pasos en el antejardín porque mi relación con él nunca fue cercana. Desde mis 5 años de edad cuando mis padres se separaron lo veía muy poco, sus visitas se limitaron siempre a unos pocos minutos en la portería de la unidad donde yo vivía para saludarnos y entregarme el dinero de la mesada que por ley debía darme. Nunca pasamos un fin de semana juntos o fuimos por lo menos a la panadería de la esquina a comernos un helado.

Tampoco tengo una sola fotografía de mi infancia en la que él aparezca. Para cualquiera que abre nuestro álbum familiar es extraño ver imágenes de mi bautismo, cumpleaños y viajes con un pedazo rasgado, porque él se dedicó minuciosamente a arrancar su rostro de cada una de las fotos donde aparecía para prevenir, según sus propios agüeros, que le fueran a hacer algún tipo de brujería posteriormente. Por eso no tengo ningún sentimiento positivo o negativo hacia él, pues nunca lo conocí realmente durante mi niñez.

Muchos años después durante mi adultez fue extraño que él quisiera acercarse a mí y tratara de establecer un vínculo que no se creó en la etapa donde debía hacerse tanto con él, como con mis 2 medio-hermanos. Pero el universo es extraño y conspira para que tarde o temprano las cosas más inesperadas ocurran, como vivir esos últimos días de mi papá y los posteriores a su muerte acercando a sus 5 hijos en torno a él. Y considerando lo insignificante que es el tiempo humano a nivel cósmico puedo atreverme a decir: nunca es tarde.